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Un especialista en el estudio del comportamiento humano por sus movimientos y gestos mientras se expresa de formal oral, hizo una interesante exposición durante una comparecencia al programa Somos Pueblo.

Allí analizó, paso por paso, las gesticulaciones del señor Danilo Medina Sanchez, durante una exhortación a sus partidarios, para que se movilizaran en contra de la actitud de la Procuraduria General de la República Dominicana,  la que consideró como persecución política en perjuicio de su partido.

Uno de los detalles más notorios de ese programa fue cuando el experto hizo precisión en la gesticulación desenfrenada de las extremidades superiores del estratega de Arroyo Cano, especialmente,  cuando sus dedos hacían movimientos de dominio o no del tema que exponía.

Muchos profesionales de la conducta y gran parte del pueblo dominicano sabe que existe la famosa “prueba de confianza” con polígrafo y que debería ser parte de los procedimientos de aceptación de un aspirante a cargos públicos, sea por vía electoral o por nombramiento,  debido al riesgo que representa una persona mentirosa dentro del tren gubernamental.

Está comprobado científicamente,  que cuando una persona miente, se producen cambios espontáneos en su cuerpo que se reflejan en su sistema nervioso autónomo, en sus reacciones fisiológicas y emocionales y es posible medir, con mucha precisión, lo que ocurre con su respiración, ritmo cardiaco, volumen de la sangre, sudoración y conducción del plasma sanguíneo.

Debido a la tradición de mentiroso impenitente, de quien ejerció la presidencia de la República Dominicana a base de mitos y cuentos de camino, hoy en día es muy triste tener que poner en duda el diagnóstico de una enfermedad que ese caballero ha anunciado padecer.

Pero, en ese caso particular, esperamos que sea una mentira más.

De ser así, todo nos serviría para recordar a Esopo en su imborrable fábula del pastor mentiroso.

Para escribir sobre un tema que afecta a la sociedad en muchos aspectos, como es el caso del celibato sacerdotal, no es necesario practicar ningún tipo de religión.

Basta con sentir ganas de aportar ideas que ayuden a mejorar la calidad de vida de quien se decide a seguir una encomienda impuesta en muchos casos por una perentoria necesidad de su entorno familiar y en otros por arraigo o inducción a base de prácticas doctrinales que forman parte de la crianza del individuo.

La Iglesia Católica requiere que sus sacerdotes se abstengan de tener relaciones sexuales y se comprometan a vivir una vida célibe.

Esta práctica ha sido parte de una tradición impuesta desde el siglo XI y se justifica en la idea de que el sacerdote debe dedicarse completamente a su ministerio y servicio a la Iglesia sin las distracciones de la vida marital.

Quien es sometido a una vida con esas limitaciones, tarde o temprano habrá de sentirse aislado y solo.

Lo ideal sería que la Iglesia Católica permita que los sacerdotes puedan optar por el matrimonio y así cumplirían cabalmente con todos los sacramentos dictados por la propia iglesia.

Como se sabe, existen miembros del clero, denominados diáconos, tanto casados como célibes, que tienen la tarea de servir a la comunidad cristiana en una variedad de funciones litúrgicas y pastorales.

En esa virtud, están facultados para proclamar el evangelio, predicar homilías, celebrar y administrar bautismos, matrimonios, presidir funerales, distribuir la comunión y llevarla a enfermos hospitalizados y a los que no pueden asistir a la iglesia.

Los diáconos pueden asistir a los sacerdotes en la celebración de la misa y en otras funciones litúrgicas así como involucrarse en el ministerio social y la caridad.

Solo faltaría que, en reconocimiento a que los diáconos tienen un papel tan importante en la vida de la Iglesia Católica, tanto litúrgicas como pastorales, sean dotados de una ordenación sacerdotal con todas las atribuciones de un cura párroco, así como escalar los demás rangos eclesiásticos.

Por igual, ante la conveniencia de que los sacerdotes y los diáconos puedan tener iguales facultades ante los creyentes en su religión, para poner en práctica las acciones propuestas, sería emitido un mandato papal de aceptación al matrimonio de los sacerdotes, según sea su preferencia.