En enero de 2017, Patricia Sulbarán Lovera, hizo un atrayente trabajo para BBC donde destaca con un lenguaje franco que “Tanto en Colombia como en Venezuela le llaman «arepa» a una masa redonda hecha con maíz.

Para muchos dentro de estos territorios, es un alimento indispensable.

No es la única masa redonda hecha con harina de maíz que se consume en América Latina.

De hecho, existen más variedades que reciben otros nombres, como las gorditas en México o las pupusas en El Salvador”.

Esa entrega se corona con la contundente afirmación de que “Los cronistas y los datos arqueológicos nos hablan de que la arepa es un alimento que existió antes de la llegada de los conquistadores españoles a América», y cita como fuente a Ocarina Castillo, antropóloga de la Universidad Central de Venezuela y autora del libro Los panes de esta tierra.

En República Dominicana se usa la palabra “arepa” con múltiples propósitos, pero lo que llaman “torta” en la región del Cibao y arepa en la capital se elabora con maíz y es casi lo mismo.

También existen otros alimentos a base maíz que son de primera calidad.

Tal es el caso del sabroso “chenchen” y la inigualable “arepita de burén o de manos” que elaboran artesanalmente en Bani, las arepitas fritas mezcladas con bacalao y un sinnúmero de exquisiteces incomparables.

Tenemos la obligación de hacerle saber a los consumidores dominicanos que no es lo mismo ser autosuficiente en la producción de alimentos saludables que importar harina de trigo, transformarla en pan para usarlo como materia prima en la producción de hamburguesas llenas de costosos ingredientes a base de grasas, sales y sabores engañosos para alterar el paladar de quienes las ingieren y al final se transforman en la alteración del sistema que regula los lípidos en el organismo y para luego producir insalubridades tan notorias como la obesidad y tan fatales como las muertes súbitas por excesos en el comer y en el beber.

El gobierno dominicano acaba de anunciar un plan que ha denominado “Siembra RD» como una acción encaminada a motivar la producción agrícola ante la amenaza mundial del hambre.

Esa iniciativa pudo haber empezado antes, pero como dijera un bromista amigo, «nunca es tarde si la vida es corta».

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