Archivo por meses: mayo 2022

La República Dominicana de hoy está bajo el dominio lingüístico de una combinación de cantantes y compositores urbanos que usan términos raramente «entremiliaos como si fuera un zumo de apazote con cañafístola».

Han deformado la forma de bailar bachata, a los merengues típicos le han metido por el medio una cosa que le llaman «dembó» que se baila entre una muchachona meneando las nalgas y un varón sobándola por detrás.

¿Quien había visto eso en los tiempos de Siño Ambrosio?

Los diarios y algunos programas de televisión han hecho reportajes sobre el tema que incluyen escenas con la participación de niños, niñas y adolescentes exhibiendo sus habilidades para hacer competencias practicando dicho baile.

El viejo Mingo, un «jalador» de acordeón de la vieja guardia dice que  «lo’merengue de ante se bailaban «jalando pacá y empujando pallá» y  «si la mujer era pretá y uno se ponía de tracendío, la cosa no se quedaba asina, no…»

«Ahora se fuma de tó, se bebe de tó, se meten droga puyándose con una jeringa, jalan juca, güelen cemento pegasuela y poivo meclao con mile de cosa má» decía Milagro, una vieja vendedora de «mondongo sancochao», quien tuvo que dejar su profesión después de haber sido atracada por «desconocidos»  y despojada de todo lo que llevaba encima.

Las conversaciones entre viejos amigos (o amigos viejos) son anécdotas cargadas de ilustraciones de momentos vividos y análisis de  otros tipos de comportamientos, principalmente en los campos, donde se cogía lo ajeno por necesidad.

En los viejos tiempos, ladrón era quien tenía la «mala maña» de robar de manera continua y no trabajaba.

Para la sociedad, ese era un «ladronazo», «mañoso» o «tira pa’l monte».

Robar para comer era un secreto familiar que no podía comentarse con nadie, ya que generalmente, quien lo cometía, pertenecía a una familia de santurrones o quizás hipócritas que fungían de devotos de la virgencita de la milagrosa, pero no confesaban esos pequeños pecados al cura que iba, de cuando en cuando, a decir una misa en la capilla del lugar.

Si se hacía algún comentario sobre uno de esos robos para comer, se violaba  el honor y la vergüenza que supuestamente estaban por delante en todo y se recuerda la forma de echarle un boche a un muchacho que hablaba de ciertas cosas que debía mantener en secreto.

Siempre se iniciaba con un tratamiento formal de usted, que empezaba más o menos así:

– ¡Papin, venga acá! ¿Qué fue lo que uté le dijo a la vieja Chicha sobre la comía que aquí se cocinó hoy?

– Na’

– ¿Na’? ¿Y qué fue lo que yo oí «clariningo» sobre una pluma y un saco?

– Ah si, pero eso no tiene «na’que vei» con «comía».

-Solamente le dije del vajo de la pluma cuando la queman y la’ceniza se meten en un saco de «jenequén», que también se le pega fuego junto con la basura.

-Pero usté sabe bien que ese pato que se deplumó hoy lo compró Pindingo del «otro lao de la paicela de Pichilo».

-¿Entonce como fue? Primero se la de’prendieron y dipué la prendieron? Eso no se hace cuando se cocina un animai que se compra con dinero sudao gota a gota.

-No trate de enredai la cosa y vete a rezai pa’ que te acuete. ¡Buen jabladorazo! ¡Tu verá cuando llegue Pindingo!

-No tengo sueño. E’muy temprano y yo quiero ir donde Longina a buscar algo que ella me ofreció.

-Esa muchachita siempre tá ofreciendo cosa y nunca cumple. Mejor e’que no te ponga de mojiganga de esa comparona.

-Cada vez que ella me ha ofrecido algo, siempre ha cumplido.

-Yo nunca he vito un regalito de ella que tu haya traído a esta casa.

-Nunca será posible traer lo que ella me regala en el «soberao de la rancheta» de su taita.

-Ten cuidao Papín.! Ya tu ere un hombrecito y si tú le preña esa muchacha a Mongo, va’a tenei que mudaila y haceile una casita aunque sea de yagua.

Tu, ni siquiera cédula tiene. Ten cuidao, vueivo y te lo repito.

Vete a rezai pa’que te acuete, manque sea temprano y deja de daite bombo, que esa muchachita e’muy seriesita y solo se junta con la monja que vienen dei pueblo.

Esa noche, Papín no encontró a su prometida en su casa y se dirigió a la rancheta acostumbrada y tampoco la encontró allí.

Volvió al bohío y preguntó por ella. La respuesta que recibió fue muy convincente:

-Ella le dijo a su mai que iría a un ensayo para una velada que Doña Blanca estaba organizando para el día de la virgen y no quería que nadie lo supiera, porque es una sorpresa para invitar al Padre Morejón y a las monjitas del pueblo.

Así eran las cosas, pero hoy son tan diferentes que a la profesión más antigua del planeta la han convertido en un oficio remunerado con tarifas que deben ser respetadas y pagar una cuota a un sindicato.

Las que exigen sus estipendios en dólares, yipetas, apartamentos y demás facilidades cubiertas por el bondadoso que las conquista, reciben el mote de «chapiadoras», pero ese adjetivo calificativo se lo daban, en otros tiempos, a las humildes señoras que trabajaban, de sol a sol, cortando malezas con un colín afilado, en fincas y conucos rurales. ¡Abismal diferencia!

Emeterio Saturnino levantaba su mano derecha y la agitaba insistentemente.

Doña Talita, la profesora que impartía su enseñanza en la escuela primaria rural del lugar, había solicitado al grupo una definición de historia.

Emeterio quería lucirse con sus dotes de buen estudiante ante los demás alumnos que colmaban el aula.

En uno de esos coloquialismos callejeros, había aprendido que la historia es «la sucesión sucesiva de los sucesos sucedidos sucesivamente”, y con esa pintoresca expresión sentía ganas inmensas de hacerle una burla a la respetable profesora, quien había demostrado, en muchas ocasiones, ser una persona elitista.

Según cuentan, ella prefirió escuchar la respuesta de Higinio Guajardo, hijo de una amante de Petunio Figueroa, adinerado terrateniente de la vecindad con quien, se rumoraba, habían visto a Doña Talita en un almacén donde se añejaba una gran cantidad de tabaco en trojes.

Como casi siempre sucede, Higinio dijo un disparate de marca mayor, tanto así, que la profesora prefirió postergar esa clase para el día siguiente y pedir a los alumnos que recitaran algunos versos y cantaran algunas canciones para tratar de relajar el ambiente.

Transcurría el mes de abril de 1973.

Estaba de moda la canción más aclamada por la juventud de la época y Benita Collarín, con apenas 12 años de edad, nacida el viernes santo de 1961 y por eso, según decían,  «llamaba los espíritus y se montaba», ya recitaba sus versos reiteradamente mientras el grupo  a coro le respondía…”se alejó de mí en un atardecer con un beso a flor de piel y al decir adiós, poco antes de partir, me entregó su estrella de David…”

Era el estribillo vibrante de la canción lapidada por Juan Bau, un joven intérprete español que había conquistado el mundo mientras en la capital se escuchaba a todo vapor la formidable intérprete Roberta Flack y su famosa versión de Killing me softly with his song, por la que obtuvo un premio Grammy.

A pesar de esos importantes motivos para el deleite de esa vigorosa juventud, que había nacido en una época donde no era muy fácil expresarse con todo el deseo que el corazón y la buena voluntad demandan, en otros ámbitos de cuajaban asuntos que ni Emeterio, ni los demás muchachos del grupo percibían.

Eran muy pequeños para que tuvieran participación activa en esos eventos y sus padres vivían alejados de lo que pasaba en el mundo.

Unos meses antes, nueve guerrilleros armados, que habiendo surcado los mares a bordo del «Black Jack», desembarcaron por una playa del sur con la intención de derrocar el gobierno de turno.

Para finales de año se fundaría un partido que traería consigo una estrategia para alcanzar el poder y mantenerse por mucho tiempo con el apoyo de grandes empresarios, terratenientes y miembros de un tipo de sociedad civil poderosa, que surgió durante el mandato, que entre 1966 y 1978, permitió ejercer todo tipo de acciones marcadas por el lenguaje del gobernante como «indelicadezas».

Faltaba poco tiempo para los exámenes del quinto curso y luego pasar al sexto que se impartía en un poblado cercano al lugar.

Estos muchachos no se habían enterado de que en febrero de ese año, cayó en manos de las fuerzas armadas el líder principal del movimiento guerrillero siendo asesinado y su cuerpo hecho desaparecer.

Esta noticia no estaba al alcance de esa juventud inmadura como tampoco para muchos campesinos que solo se enteraron del arrojo y valentía de esa clase inmortal por rumores de algunos que visitaron la zona donde estaban los valientes.

Lo mismo había ocurrido con otros movimientos de héroes nacionales que fueron ocultados a la juventud de la época y solo eran del conocimiento de algunos que se atrevieron a indagar con familiares ligados a la lucha, en clandestinidad, por la existencia de mejores condiciones de vida.

Los acontecimientos políticos internacionales de más trascendencia como la guerra de Vietnan, Angola y Mozambique, en pleno desarrollo, no se conocían con niveles de amplitud deseados ni la profundidad del porqué de esas acciones en busca de reivindicaciones.

Era obligado actuar con mucha cautela para poder indagar y no exponerse a caer en una trampa mortal en manos de fuerzas que dominaban las calles de las principales ciudades y campos del país.

Muchos optaban por hacerse amigo del alcalde pedáneo, comprarse un juego de dominó y pasar los momentos de ocio debajo de una mata de almendras con tres amigos más, practicando  ese juego inductor al razonamiento en molde petrificado, a la apuesta del pote de romo, al sancocho de gallina criolla o al chivo guisado por las manos de la vieja Carmelina. .

Otra alternativa consistía en ir a la gallera más cercana, donde también se invertía en apuestas a un gallo «criado y entrabado» por Don Papito para verlo picando y clavando sus mortales espuelas al contrario, en un acto de salvajismo propio de caníbales del más obscuro bosque selvático africano.

Cuando esos muchachos terminaron el quinto curso de la primaria y fueron inscritos en el sexto de la escuela del pueblo empezó a transformarse su estilo de vida paulatinamente.

Se burlaban de sus padres a quienes les señalaban su bajo índice de conocimientos de las cosas que ocurrían día a día, destacando algunas noticias que salían en ciertos periódicos y sobre las cuales se hacían comentarios en su presencia.

Le endilgaban a hembras estar «echando teticas» y andar con el «culito parado» enseñando las tareas que le ponen en la escuela donde le exigen lápices de colores y hojas de maquinilla para hacer sus trabajos, presentarlos en carpetas a colores que solamente vendían frente a la escuela pública y en una papelería del pueblo abajo, ambos negocios propiedad del director de la escuela en sociedad con un asistente de la gobernadora de la provincia.

Emeterio fue inscrito en el colegio religioso San Serapio, administrado por una beata que vivía con un grupo de mujeres en clausura y vestían una túnica color café con leche superpuesta, que llevaba en la parte frontal un bordado exquisitamente terminado con las iniciales SS que muchos, en tono burlón, definían como “Servicio Secreto”.

Higinio no fue a la escuela del pueblo porque su mama tuvo dificultades económicas para enviarlo, a pesar de su vínculo sentimental con Petunio tuvo que dejar el niño ayudándole a guayar raíces de  guáyiga para elaborar empanadas y luego salir a venderlas de casa en casa.

Así fue juntando algunos ahorros hasta que, dos años mas tarde, el chofer de un camión que iba dos veces a la semana al lugar en busca de leche, se interesó sentimentalmente por Esperanza, como se llamaba la madre de Higinio, ayudándole a inscribirlo en la escuela pública, comprarle uniformes y pagarle algunos gastos para poder asistir.

Esperanza salió embarazada y dio a luz un par de mellizos que fueron negados por el transportista, luego de indagar, que en su familia no había historial de ningún matrimonio que hubiese procreado hermanos gemelos.

Un año más tarde, Don Petunio apareció acribillado a tiros en las cercanías de una finca destinada a la crianza de ganado lechero y no se pudo establecer con certeza quién cometió el crimen.

Siete meses después, la profesora Talita fue asistida por MamáToña, la partera del lugar.

Trajo al mundo dos hermosas mellizas.

Fueron bautizadas con los nombre de Inmaculada y Prudencia.