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El Banco Interamericano de Desarrollo considera que debe venir una etapa de reformas estructurales para reorganizar el gasto público. Así lo reporta Suhelis Tejero Puntes en Diario Libre, edición e.paper, del 2 de Mayo de 2020.

“El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ve en la crisis económica generada por el COVID-19 una oportunidad para reorganizar el gasto público y para diversificar la economía, sobre todo en las economías del Caribe y Centroamérica que están fuertemente centradas en sectores como el turismo y los servicios.

La asesora económica regional para México, Centroamérica y República Dominicana del BID, Marta Ruiz Arranz, indicó que el interés debe estar ahora en la atención sanitaria para superar la situación del nuevo coronavirus, pero que apenas se supere la coyuntura los países deben transitar hacia reformas estructurales para mejorar la eficiencia del gasto público y que permitan a las naciones la sostenibilidad fiscal.

Igualmente, se refirió a la posibilidad de que la crisis ocasionada por la pandemia, que ha llevado a la total paralización de actividades cruciales para las economías caribeñas como el turismo, permita el surgimiento de “sectores generadores que pueden contribuir a la diversificación de nuestras economías”, dijo durante el webinar “Análisis del impacto económico de la pandemia COVID-19 en América Latina y el Caribe” realizado durante el jueves en la tarde.

La representante regional del BID señaló que tras la crisis debe apalancarse sectores como el textil, médico y alimentario. “Yo sí que creo que puede haber oportunidades para diversificar la economía y será importante el rol de las agencias de fomento de comercio de nuestros países”, dijo.

Pero no será inmediato. Ruiz Arranz habló de varias etapas que deberán enfrentar los gobiernos tras la pandemia. Agregó que el sesgo de la política fiscal seguirá siendo expansivo tras el fin del confinamiento, a fin de seguir apoyando a las familias afectadas por la situación.

De esas consecuencias de la pandemia se derivará un aumento del déficit fiscal y de la deuda pública, pero el reto está en la etapa siguiente: volver a la sostenibilidad y reorganizar el gasto público a través de las reformas que permitan hacerlo más eficiente”.

Todo se resume en tres o cuatro puntos que los elefantes siempre tienen presente:

Mejorar la eficiencia del gasto público es indispensable para lograr sostenibilidad fiscal y mantenerla.

Diversificar la producción e inducir a la población hacia la modificación de ciertos hábitos alimenticios sobre la base del aprovechamiento de nuestra oferta agropecuaria.

-Reducir al mínimo, según sea posible, la importación de insumos para la crianza de aves, ganado, pescados, mariscos, etc. tratando de que, a base de fomentar la siembra de productos agrícolas de ciclo corto, se logre suplir esas necesidades.

Los elefantes se han encontrado con este excelente trabajo publicado en fecha 1 de Mayo de 2020 en Diario Libre digital, bajo la firma de Himilce A. Tejada y su reproducción por esta vía obedece a que contiene muchos puntos de coincidencia con entregas que hemos hecho sobre el tema.

“Lo estaba viendo en vivo y no lo creía. En medio de una pandemia, con medidas de distanciamiento social bien documentadas, con miles de personas contagiadas, casi 275 fallecidos para la fecha y un calor sofocante, ciudadanos de Puerto Plata y los alrededores se aglutinaron “voluntariamente” para seguir a un peregrino con una cruz a cuestas, desoyendo todas las medidas de salud pública y del sentido común.

No cuestiono la fe, yo tengo la mía; lo que cuestiono es el guion mal hecho que quisieron hacernos pasar como “ópera prima”.

Pasado el asombro inicial, comencé a analizar. Había cosas que claramente no cuadraban. En esa historia había muchos baches y a mí me gusta el café claro y las palomitas con poca sal. Mientras tanto, el peregrino finalizó su recorrido sin tropiezos muy bien escoltado y, con la bendición del cura, clavó su cruz en el mar para dejar establecida la promesa recibida de lo Alto.

Las horas pasaban, el cuento se politizaba y las redes ardían. Las informaciones, contradictorias, llegaban por retazos y de fuentes interesadas: que si la catedral fue tomada por asalto, que si la camioneta con música de uno era más culpable que el camión del 911, que si el ministro de Interior, que si el alcalde, que si el jefe de la dotación policial… que al final no quedaba claro quién era el protagonista y quién era el villano.

Las horas pasaban y a mi mente llegaban imágenes de la inauguración, días antes, de un mega centro de inteligencia que iba a funcionar como un “Gran Hermano”, monitoreando y centralizando toda la informacion relevante del coronavirus. Pero, “de la nada” y a los ojos del mundo se reúnen miles de personas en un polo turístico, donde hay catedral, fortaleza, aeropuerto y puerto para cruceros y nadie dio la voz de alerta. Una aglomeración, de cualquier tipo, en medio de circunstancias extraordinarias debe ser de interés para los organismos de inteligencia del país… ¿o no?

Lo que ocurrió después con la fumigación nocturna era la escena más esperada. Y precisamente por esperada, no sorprendió a nadie. Como mucho, levantó un par de cientos de cejas por la obviedad de la trama. ¿Pero… sorpresa? Ninguna.

Al otro día, en su rueda de prensa diaria, el ministro de salud pública destapó con justa razón su indignación ante la “vagabundería” y ahí nos enteramos que había pasado parte del fin de semana en el epicentro del conflicto, reunido con lo que uno presume representa el liderazgo de la provincia y nadie consideró de interés informarle sobre una invitación abierta a la ciudadanía y que un peregrino, que ya venía con una cola considerable, anunciaba su inminente entrada a la ciudad.

La gente que me conoce sabe que yo no duraría diez minutos dedicada a la política. No tengo la piel que se necesita para eso, tampoco el temperamento, mucho menos las ganas. Para colmo, disfruto de una lengua viperina, un sarcasmo insoportable y una cara que no sabe mentir. Por esas y otras muchas razones no juego póker y dejo la política para los profesionales.

Pero si alguna vez tuve el deseo de ajustarme la ñoña fue precisamente ese domingo en la tarde para ver si dos o tres aprendían un par de cosas, sobre todo, cómo darle un final memorable a una película muy mal concebida, con pésimos actores y un guion lleno de baches.

Una pena que haya gente que se preste a poner en riesgo la salud de miles de personas, aunque tengan razones de poder, más que de peso. Una pena que las medidas que debieron tomarse esa misma tarde se tomaran casi 24 horas después, potencializando el riesgo y la distribución del contagio. Una pena que se quiera jugar con la paciencia, la bondad y la inteligencia de todo un país.

Todavía falta cuarentena. Gracias a Dios todavía me quedan palomitas”.