Llevando al mundo lo que no se debe echar al olvido
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A partir del 27 de febrero de 2020, la historia dominicana tomará otro rumbo .
Los elefantes han anotado muchos puntos acerca del discurso de rendición de cuentas pronunciado el 27 de febrero de 2020 por el señor presidente de la República Dominicana, ante la Asamblea Nacional.
Ha sido un gran discurso. Elaborado con una técnica infalible para transmitir ideas y conceptos, pero no se apreciaba ninguna conexión emocional entre quien lo pronunció y lo que está escrito.
No disfrutaba del pleno goce de una exposición de despedida de un mandato de ocho años sabiendo qué hay asuntos muy positivos en su gestión que merecen ser tratados con gran alegría y satisfacción.
Se notó como si fuera un simple comentario de un tercero en un ambiente de ensayo de una obra de teatro.
Los elementos negativos de su gestión pudieron haber influido, pero ninguno fue mencionado. Deuda, corrupción e impunidad son términos que no aparecen por ningún lado en su exposición.
Todos saben que muchas obras de las que el presidente debe sentirse orgulloso tienen un alto componente de corrupción en su presupuesto.
La OISOE lo sabe y hace mutis, también lo saben muchos ministros, el Procurador General de la República, la Dirección de Compras y Contrataciones Públicas, la Cámara de Cuentas, los contratistas, la Contraloría General de la República, entre otros.
¿Alguien puede afirmar que el presidente no habló de esas cosas porque no lo sabe?
La entrega hecha por los elefantes acerca del robo se señas en la temporada de béisbol de grandes ligas del año 2017, ha dejado de ser un tema candente luego de las decisiones tomadas por los equipos que tenían en sus nóminas algún miembro del personal de los Astros de Houston que estuvo involucrado en el caso.
La existencia de un mecanismo de comunicación entre los jugadores de un mismo equipo, es un reto al contrario para descifrarlas como si fuera una forma de ataque a un enemigo en una guerra, lo que hace reaccionar a los elefantes, que como nunca olvidan, para lanzar estas preguntas:
¿Siendo las señas una serie de “códigos secretos” para trazar la estrategia de un juego, porqué el equipo contrario no puede intentar descifrarlas como si fuera parte del mecanismo de defensa?
En conclusión, es mejor aceptar la práctica como parte del juego, que montar toda una parafernalia para evitarla.
¡Es mejor evitar un enemigo que tener que enfrentarlo!
Los elefantes recuerdan que los niños nacidos a mediados del siglo pasado practicaban de diversas maneras, muchos juegos que aparecían en las cartillas de lectura para enseñar reglas de convivencia, como parte de la obligatoriedad de llenar un programa de moral y cívica.
Así como se recuerdan juegos tales como La Paloma Blanca, Tictac trapo atrás, La pájara pinta, Matarile rile rile, Mambrú, el que mejor se parece a una lección rígida de autoridad y justicia es el famoso cuestionamiento de un Rey que pregunta a un súbdito por la cantidades de panes que deben haber en un horno, pero concluye con una fiesta caída del cielo que parece ser producto de una imaginación desordenada.
Pan quemado
Una versión obtenida en acanomas.com es la más completa que conocen los elefantes y he aquí su texto:
“-Don Juan de las Casas Blancas. – ¿Qué dice su Señoría? – ¿Cuántos panes hay en el horno? – Veinticinco y un quemado. – ¿Quién lo quemó? – Este pícaro ladrón. – ¡Ahórquenlo por traidor!
El grupo se deshacía bulliciosamente al llegar a este punto porque era necesario «ahorcar» al «traidor».
Pasado el alboroto la ronda volvía a formarse, pero esta vez la niña, ubicada en el centro cantaba: Yo soy la viudita del barrio del Rey, me quiero casar y no sé con quién.
Las integrantes de la ronda, sin dejar de girar, le respondían: Si eres tan bella y no sabes con quién, elige a tu gusto que aquí tienes cien.
La ronda se detenía y la «viudita» procedía a elegir: Con esta si, con esta no, con esta señorita me caso yo.
La elegida pasaba a hacer de «viudita» en la vuelta siguiente, aunque casi de inmediato, con rara unanimidad, el grupo resolvía Jugar a aquello de: Buenos días su Señoría, mantantira lirolá. ¿Qué quería su Señoría? mantantira lirolá. Yo quería una de sus hijas…”
Este juego de niños tiene que servir de reflexión a los que están desenredando la madeja de hilos qué hay detrás de lo acontecido el domingo 16 de febrero de 2020 en un país llamado República Dominicana que estrena un sistema de votación automatizado sin habérsele hecho pruebas de calidad y sin un plan de recuperación de desastres, como lo ha admitido el destacado profesional del derecho y con el hombro lleno de experiencias vividas por haber sido en una ocasión anterior Juez presidente de la Junta Central Electoral.
Asumir un riesgo de esa índole es ser excesivamente confiado en el personal subordinado o no tener el más mínimo conocimiento del riesgo que se asume cuando las cosas de esa índole se manejan de una manera tan simple o de una forma extremadamente ingenua.
Al igual que el monarca del juego de Don Juan de las Casas Blancas, el que cometió el pecado de dejar quemar todos los panes que alimentarían a un pueblo con hambre de justicia y grandes deseos de que prevalezca la verdad, se respete la propiedad privada y no predomine el descaro de la impunidad, se debe dictar una sentencia histórica.
Los dominicanos que viven en lugares tan alejados de la ciudad capital de la república, como por ejemplo, Rio Limpio, Culo de Maco, Mano Juan, Bahía de las Águilas, Los Ranchos de Babosico, Las Galeras de Samaná, entre otros lugares apartados, juegan y confían plenamente en las bancas de lotería, que son parte de las 85,000 estaciones de apuestas que existen en todo el país con poco o ningún control oficial, con precarias instalaciones consistentes en un terminal de cómputos en vías de obsolescencia y una señal de Internet lograda a base de habilidades y trucos técnicos para poder dar el servicio y pagar a los agraciados, lográndose un “absoluto control automatizado” del proceso.
Modelo de una típica banca en lugares remotos de la República Dominicana
Es justo resaltar que no existen quejas acerca del funcionamiento de estos establecimientos que a través de varios años han venido funcionando a plenitud con equipos obsoletos, muchos de ellos consistentes en terminales con monitores monocromáticos descartados en otros países.
La Junta Central Electoral, es un organismo oficial con plenos poderes asignados en el artículo 211 y siguientes de la Constitución de la República, donde se establece que las elecciones “serán organizadas, dirigidas y supervisadas por la Junta Central Electoral y las juntas electorales bajo su dependencia, las cuales tienen la responsabilidad de garantizar la libertad, transparencia, equidad y objetividad de las elecciones”.
Para ejercer las facultades que le confieren esos amplios poderes, la Junta ha logrado manejarse con recursos técnicos de última generación, presupuesto tan amplio como ha sido requerido y el respaldo y la confianza de todos los partidos políticos y su cuerpo de expertos, auditores externos de fama mundial, controles internos absolutos y cientos de cosas más, pero no ha podido salir airosa en la organización de un certamen electoral convincente que haya sido soportado por la automatización de los procesos.
Es un mal momento para analizar las razones del fracaso del 16 de febrero de 2020, pero, existe una maldición que quizás obligue a la JCE a la contratación de un buen exorcista con plenos poderes especiales otorgados por la providencia para llegar al fondo de la misma.
Las cifras aportadas por el gobierno de la República Dominicana para asegurar que 1,500,000 personas salieron de la pobreza en siete años, es algo sorprendente.
De esa cifra, según se lee en el Diario Libre del 6 de febrero de 2020, una proporción de 650,000 personas han superado la pobreza extrema.
¡La noticia parece excepcional!
Su primer párrafo se refiere al periodo “de 2012 a 2019“ y el resto de la información, sin excepción alguna, recoge datos de un informe que el periodista Joaquín Caraballo, dice haber leído en el portal de la Presidencia, que corresponde al periodo septiembre 2012 a diciembre 2018.
Destaca que con la puesta en marcha de la bolsa electrónica de empleo del Ministerio de Trabajo se ha logrado que más de 10,000 empresa hayan ofertado 22,000 puestos de trabajo, que significa menos de 2.2 empleados por cada empresa durante siete años.
También se agrega que se impartió formación técnico profesional a “casi cinco millones de participantes”.
Jueves, 6 de febrero de 2020
Los elefantes no son incrédulos, pero como nunca olvidan, registran datos que resultan tan inverosímiles que ponen en duda la credibilidad de la noticia.
¡Muy contundente!
Ciertos auditores siguen la metodología clásica de evitar riesgos al hacer «certificaciones» como las que aparecen en esta declaración y con eso cuidan su imagen para que los detractores no tengan «tela por donde cortar».
Un informe oficial, cuyo contenido ampliado esté basado en lo que aquí se expresa es una demostración de firmeza sin precedentes.