Si el pueblo delega su poder soberano en representantes que actúen por libre albedrío, la democracia se transforma, convirtiéndose en un veneno que lentamente va corroyendo las fibras que soportan las células sociales y devienen en un cáncer incurable, mortal por necesidad.

Un desatino electoral llamado “arrastre” causó grandes estragos en todo lo concerniente a la creación de leyes de interés social, sin pensar en el votante, que día a día es más pobre y tiene menos poder sobre las decisiones que toma la cúpula de un partido que lo que busca es el enriquecimiento de sus miembros más prominentes.

Así surgen monstruos de la corrupción capaces de monopolizar la producción a base de posibilitar privilegios a ciertos generadores de riquezas que no se redistribuyen por ninguna vía expedita para lograr una justicia social sin torceduras.

Son ladrones descarados que el pueblo no controla y la justicia es parte al actuar, quizás sin darse cuenta, como el hampa que se rige por una germanía para denotar una cosa y actuar de otra forma, a sabiendas de que el pueblo creyó en la promesa original y se hizo todo lo contrario.

Así es nuestra realidad y los ejemplos sobran. Uno de los más trascendentes, por venir de los labios de un gobernante, está en este enlace: https://youtu.be/kXwn-oz6HfI

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