Lo bueno que tiene lo que ha hecho Máximo Romero en el estadio Quisqueya es haber seguido las pautas trazadas por el Lic. Danilo Medina Sánchez, alias Nano, en un discurso pronunciado hace algún tiempo donde puso de manifiesto la pulcritud de su pretendido ejercicio presidencial, al narrar que en un lugar del mundo, los comensales de los restaurantes se retiraban del lugar si llegaba un politico corrupto «para no tener que respirar el mismo aire».

Tambien es bueno que la gente sepa que no ha pasado a la historia la etapa del «tránquelo mientras se investiga el caso» y eso no se puede seguir permitiendo.

El señor presidente de la Camara de Diputados puede evitar las severas críticas que ha recibido luego de la presentación de su afortunada declaración jurada, contentiva de cifras que no aparentan ser reales, si demuestra que existen soportes contables que permitan justificar su cuantiosa fortuna.

Como legislador, de seguro él sabe que de no hacerlo lo van a seguir molestando y hasta podría ser enjuiciado.

Es mejor que se evite esos molestosos momentos ya que, lo que vimos en la noche del 29 de octubre de 2019 en el juego entre Licey y Aguilas, es una demostración de que la cosa va a seguir con los funcionarios que vayan al estadio o a cualquier otro lugar público y se tengan dudas sobre la procedencia de sus bienes.

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